domingo, 24 de marzo de 2013

Colaboraciones: Roger Rumrrill, Especialista en Asuntos Amazonicos



LOS PUEBLOS INDÍGENAS Y LA NATURALEZA
                                                                                                                            La cuenca amazónica sudamericana es un subcontinente de 7 millones kilómetros cuadrados que contiene el 20 por ciento del agua dulce no contaminada del planeta Tierra, megadiversidad, petróleo, gas y otra s riquezas. Pero sobre todo conocimientos indígenas. El valor de la Amazonía en el siglo XXI, con un planeta amenazado por el calentamiento climático, es vital. De su conservación e integridad depende, en gran medida, el equilibrio ecológico del mundo.

Los pueblos indígenas que habitan en este universo de aguas y bosques representan una de las mayores garantías de la integridad, funcionamiento, conservación y conocimiento de la Amazonía.

La investigación científica sobre la demografía amazónica ha calculado que la población indígena precolombina podría alcanzar entre 7 a 10 millones de habitantes. La Coordinadora Indígena de la Cuenca Amazónica (COICA) estima que en la actualidad la población indígena, diezmada a lo largo de 500 años de colonización, es de 1 millón, 500 mil habitantes correspondientes a 400 familias etnolingüísticas y distribuidas en 9 países de la cuenca amazónica. La COICA afirma que la población indígena precolombina era de 7 millones y 2000 familias etnolingüísticas.

En la Amazonía Peruana viven en la actualidad 300 mil indígenas correspondientes a 13 familias etnolingüísticas. Las familias más numerosas son Arawak, con 60 mil habitantes; Jíbaro-Jíbaro, con un poco más de 50 mil habitantes; y Pano, cuya población es de aproximadamente 40 mil habitantes.

Los indígenas amazónicos representan auténticos bancos de conocimiento. A lo largo de milenios han interactuado con la naturaleza conociendo los secretos de su funcionamiento. Su conocimiento del bosque es insuperable, así como su saber y experiencia sobre los ecosistemas fluviales.

Para la cosmovisión indígena amazónica, animista y panteísta, la naturaleza, la madre naturaleza es sagrada. En cambio, para la cosmovisión occidental, el concepto de naturaleza y realidad son fundamentalmente materiales. Es decir, lo material es la base de lo real.

Para esta cosmovisión occidental, existe un solo mundo y una sola realidad. Mundo único, unificado, regido por leyes físicas y químicas únicas y válidas para todos los ámbitos. Las leyes de la lógica aristotélica y clásica.

Mundos en la categoría de naturaleza, opuestos a los de cultura y sociedad.

Por el contrario, para la cosmovisión indígena y el pensamiento mágico amazónico la realidad tiene aspectos materiales y no materiales, visibles y no visibles, ordinarias y extraordinarias. Para este pensamiento, existe un único cosmos. Pero ese cosmos es una unidad en la diversidad y en la multiplicidad. Es la unidad de lo diverso. Este cosmos está compuesto por diversos mundos ubicados en espacios y planos espaciales diferentes: el mundo del bosque, de los ríos y las cochas. En este mundo naturaleza y cultura son concebidas como partes.

En estos mundos no visibles habitan las esencias primordiales de las cosas: las madres de la naturaleza, los genios de las plantas, los minerales y los animales. En tiempos primordiales, todos eran gente. Pero ese cosmos primordial, individido e indiviso, en un momento de la historia se divide y se fracciona.

El acceso a esta realidad sólo es posible a través del shamanismo y el conocimiento alucinatorio con el ayahuasca.

Esta cosmovisión y este saber alucinatorio explican la existencia de las madres del bosque, del dios forestal “Chullachaqui”, así como otros dioses y mitos que pueblan el mundo de la cultura amazónica. Por eso cuando un indígena amazónico corta un árbol o mata un animal, está cortando y matando algo que en tiempos primordiales fue gente. Estas esencias primordiales, animales o vegetales, madres o padres, “cutipan”, es decir, transfieren sus cualidades y características físicas a las personas. Como por ejemplo cuando una mujer en estado de gestación está lavando en la orilla del río y ve un delfín rosado. El niño nace albino. O en el caso de una madre encinta que en el bosque se topa con un perezoso. El niño nace con las características de este animal.

La cultura y cosmovisión indígenas ha penetrado profundamente la cultura urbana-occidental en la Amazonía. En los pueblos y ciudades de la Amazonía cuando una lechuza canta sobre el techo de una vivienda está anunciando el nacimiento de un niño. Si alguien camina por el bosque y una serpiente se cruza en su camino, le está anunciando peligro y un día sin suerte. Si una mariposa azul y de colores entra a la casa y revolotea, está anunciando una visita imprevista.

El “Chullachaqui” es el dios forestal por antonomasia de la Amazonía.

Habitualmente es representado como un hombrecito oscuro, pequeño y de pies desiguales. Uno de los pies está dirigido hacia atrás y otro hacia delante. Es un gnomo juguetón y bromista convertido en un protector de la naturaleza.

Hace bromas, juega malas pasadas y castiga a los depredadores de la flora y la fauna amazónicas. Cuando observa que un cazador mata con exceso, con crueldad, más de lo que necesita, se transforma en un venado y se aproxima al cazador. Un venado amazónico es la presa más deseada y buscada de un cazador. El venado es sutil e inteligente. Parece conocer todas las tretas del cazador. Apenas el cazador ve al venado entre las matas del bosque, intenta dispararle. Pero el venado se mueve, cambia de posición y nunca se pone a tiro de bala. Poco a poco se aleja y el cazador lo persigue y sin que se de cuenta y advierta, el venado lo ha llevado al corazón de la selva. Allí el venado, mejor dicho el “Chullachaqui”, desaparece de la vista del cazador perdido en las profundidades del bosque.

El “Chullachaqui” con frecuencia asume la forma humana. Se cuentan mil historias de cazadores o ribereños que, súbitamente, se encontraron en medio del bosque con el “Chullachaqui” convertido en un primo, un hermano o un padre, invitándoles a seguir otra ruta, a cazar, a buscar frutos, a bañarse en el río, para hacerlos desaparecer para siempre.

Como el “Chullachaqui”, el mundo de la Amazonía está poblado por seres mitológicos como la “yacuruna”, la diosa de las aguas; la “sachamama”, la madre del bosque. La cosmovisión indígena amazónica ha

creado infinidad de seres misteriosos, mágicos, que habitan en el imaginario del poblador amazónico. La llave maestra para penetrar en este universo mágico y mítico es el ayahuasca, la soga de los muertos, la madre de todas las plantas en el bosque amazónico.

1 comentario:

  1. Me parece interesante el articulo de Roger, pero creo que tiene que enterarse de mas cosas, lo que sabe de la amazonia es lo que esta en los libros, algunos, libros suyos, pero creo que hay que preocuparse un poco mas para ser un experto amazónico. sobre la lechuza por ejemplo hay mas y hay que especificar que tipo de variedad, tipo de canto, nacimiento o concepción, muerte, visita, o alegría, entre otros ejemplos que see pueden poner,sino se comete el errror de caricaturizar a la amazonia y sus habitantes, eso suena bien para oidos extranjeros pero no para los que aqui vivimos, vamos despacio y averiguando más... Leonaro Tello - Nauta-Loreto, blog: radio-ucamara.blogspot.com

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